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Arte y Cultura

Una de las razones por la que estudie psicología fue para entender a algunos artistas que conocí en la adolescencia, su extravagancia, desadaptación, el eterno reconocimiento de su individualismo, y su constante búsqueda de emociones intensas eran cualidades que aún a día de hoy siguen fascinándome. Aquellos antiguos libros de psicopatología parecían explicar muy pobremente a algunas de esas personalidades a través de etiquetas como trastorno límite, personalidad esquizoide o esquizotipia, era evidente que esos tomos no describían la globalidad de la respuesta que andaba buscando. Tuve la suerte de tener 16 años y de rodearme de gente joven con mucho talento, que se sentía incomprendida y rechazada por los demás, que canalizaba ese malestar a través de la pintura, de la música o de la escritura. En realidad es algo muy simple y bello, son personas que expresan sus emociones en términos e intensidades diferentes al resto de la gente.


De aquellos jóvenes artistas aprendí muchas cosas, por ejemplo, la mayoría de ellos esperaba que la gente supiera ver más allá de la imagen que ellos proyectaban -¿Cómo alguien con nulo mundo interior va a ver más allá de lo evidente?-. Esa idea dio lugar a una de los grandes pilares de mi preadultez: cultivar el talento frente a la imagen, y creo que ese ha sido uno de los grandes errores de mi vida. Durante muchos años me sentí muy frustrado por esa superficialidad cultural, me sentía de esa manera porque la mayoría de las personas cree que es capaz de interpretar correctamente a los demás, pero la experiencia me ha demostrado que no es así. Os confieso que hay ciertas frases hechas que odio, como "Su intuición era su mejor arma". Pienso en las veces que alguien me ha dicho "Mi ex-pareja era ****", resultaba muy obvio para todo el mundo, pero por alguna razón no pudiste o quisiste verlo.


Si hay algo que caracteriza a todos los extraordinarios compositores de la historia es que no oyen solo lo que hay, sino lo que puede llegar a haber. Unas solas notas pueden derivarse en complejas armonías si se combinan adecuadamente con otras, o si se introducen determinados instrumentos puede dar lugar a una gran riqueza tímbrica, es algo terriblemente creativo. Pero la mayoría de la músicos solo oye esas pocas notas y no es capaz de ver más allá, me pregunto si es su subconsciente el que cree que reconocer el talento de otras personas supone desvalorizarse a uno mismo, que gran error, lo mismo ocurre con la personalidad de la gente.


Otro de los grandes errores que cometí es el de creer que grandes sacrificios dan lugar a grandes resultados. No hay nada más que ver a las personas que estudian dos masters para pasarse cuatro años trabajando con un contrato de prácticas, mientras que el hijo del jefe disfruta de un puesto superior alardeando de su zanganería, lo que nadie nos dice es que si esa persona de confianza está ahí es para la tranquilidad del equipo directivo. Lo fácil es consolarse creyendo que estamos llevando el camino correcto, hay que tener huevos a hacer lo que nadie hace.


Os hablo del valor de la imagen y sobre economizar el esfuerzo porque está relacionado con algo que en todo momento ignoré –o quise ignorar-, la importancia de la cultura.


Vivimos en una cultura ibicense, donde la figura y el deporte están siendo venerados, proyectar una imagen irreal de nosotros mismos está a la orden del día y esa es una desventaja de la era de la tecnología. No hay más que ver el uso de Instagram, si tienes miles de me gusta en esta red por sacar una foto tuya y las grandes marcas se han fijado en ti para vender, entonces has sabido aprovechar las oportunidades que la sociedad y la tecnología te ofrecen, puede que incluso hayas tenido más éxito económico que aquellos que han buscado salidas profesionales en el estudio de una carrera. Os reconozco que esto me jode, porque gente con nula capacidad de esfuerzo está teniendo mucho éxito, pero cada uno recibe lo que recibe, no lo que merece. Aunque tengo que valorar que algunas de estas personas tienen una habilidad muy importante, la capacidad de comunicar, son los llamados influencers.


El intelectualismo está tan pasado de moda que hasta las universidades están más pendientes del capital y de la política que del saber, aunque esto ha sido siempre así. Esta era también puede describirse desde la música, caracterizada por el auge el Reggaeton –Que no es lo mismo que música latina, mirad el documental calle 54, que es una jodida obra de arte- y de la música electrónica. Atrás quedaron los grandes festivales de rock y el coleccionismo de discos como si fueran obras de arte, reconozcámoslo, cultivar el alma no es tan importante como cuidar nuestra imagen.


La música siempre va ligada con la cultura en que vivimos. Paco de Lucía no solo era un genio de la guitarra, sino alguien que representa al flamenco, podríamos decir lo mismo de las bandas de los años 60 en Inglaterra o de la NWAHM en EEUU durante los años 90. Es por eso que pensar que una super-banda de rock nueva funcionaría hoy en día es una falacia -¿Acaso alguien plantea formar un trio de jazz y vivir de ello?-. El rock es más bien una contracultura, y no por eso deja de ser algo maravilloso.


Mirar al pasado para construir música es un error, los melómanos tendemos a fijarnos en las complejas obras que compusieron los grandes genios de la música. Pero quien hace la música hoy en día es gente muy normal, con más conocimiento de tecnología que de lenguaje musical. Pienso en Martin Garrix, Skrillex o Avicci, ellos son los arquitectos del sonido del futuro. Dentro de muy pocos años el rock será como la música clásica y hablar de gente como Jimi Hendrix, Eric Clapton o de AC-DC será como hablar de Beethoven o de Mozart.


Todo esto se debe a que la música no está vinculada a la calidad, sino a las emociones, puedes asociar un estilo a la tranquilidad de la soledad en tu cuarto, a tus primeros conciertos, a las fiestas que tenías con tus amigos en la adolescencia, o sencillamente a personas importantes para ti. Esa vinculación emocional con la música define nuestros gustos ¿Sabéis cuál es la mayor motivación que podemos tener en el interés por la música? el refuerzo social, y es por eso que creo que el futuro de la música está en el reggaetón y la electrónica.


Ander B. Escasain






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